Del blog La ira de Gandhi: De ardillas, estrellitas y culto a la personalidad
Tal vez resulta difícil de entender como ciertos editorialistas cuyos nombres se asocian hacia la causa de Andrés Manuel López Obrador han decidido emplear sus atalayas mediáticas para dirigir un taimado fuego amigo contra los haceres y decires del Gobierno Legítimo de México, Sin embargo, cuando extraemos de la churrigueresca redacción de alguno de ellos la esencia de tanta diatriba no nos queda más que el extraño sentimiento de que sencillamente están ardidos.
Si bien siempre se podrá arguir que existe una razón más "objetiva" y "crítica" en sus virulentos textos, un análisis de su trayectoria los últimos seis meses nos lleva a la conclusión que, en ambos casos que sirven de tema a este escrito, se trata de personas que no han visto realizados sus guajiros y personales ambiciones y sueños. De la misma forma e intensidad con la que Julio Hernández López se peina con su pistola de aire, el proyecto de la "Otra Tele" nació muerto. Muerto no sólo por lo reducido de su alcance mediático (tal vez Julio en su barroquísimo estilo suyo no lo perciba, pero poco de su público teórico tiene acceso a Internet, ya no digamos a Internet de banda ancha, mínimo necesario para ver como se mece su peinado), sino por el excesivo culto a la personalidad que rezumaba su proyecto. Mientras duró el experimento que él propuso a La Jornada, La Otra Tele sirvió más que nada como sustantivo esfuerzo para "demostrar" que se "podía" "tener" otro tipo de televisión. Nada más falso.
De manera similar, mientras que rebosante de adrenalina Jaime Avilés le hacía gritar a la gente reunida frente al templete del zócalo "¡qué poca madre!" refiriéndose a la manipulación impúdica de las urnas y paquetes electorales, al verse no incluído en los proyectos siguientes del Gobierno Legítimo de México, aprovecha para satanizar los esfuerzos que gente tan capaz o más que él están haciendo para llevar más allá de Internet, la información del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Tal vez Avilés tenga alguna idea de cómo se deberían de hacer las cosas, tal vez percibe que la manera en la que se está haciendo, acorde a su particular y bien redactado criterio, no es lo adecuado. ¿Por qué entonces no produce su programa y lo entrega al Gobierno Legítimo si se considera tan lleno de conocimiento y verdad? Dos o tres capítulos "piloto" servirían para evaluar su eficiencia comunicativa. No. Siempre es más fácil sentarse a criticar, a decir sin comprender, a bien redactar el vacío, haciendo uso irresponsable del reconocimiento que algunas personas le dan a su decir.
Es claro que siempre será más fácil criticar que hacer, más fácil destruir que crear. Para la inflamada personalidad que ha probado, aun por los breves momentos del programa de Brozo o de compartir el templete con Andrés Manuel esos "quince minutos" warholianos de fama, encontrarse que "ya no es requerido" debe ser un duro golpe a su bien peinado ego, a su pulida y bien redactada estima.
Debe ser difícil haber sido estrellita y de pronto dejar de brillar. Pero más irresponsable es quien después de haber estado, olvida la esencia de la causa en aras de complacer su despreciado ego. Y si además, ese lloriqueante argumento lo oculta tras la "personalidad" de un personaje ficticio, a uno no le queda más que decirle por tan cobarde actitud: ¡qué poca madre! (Avilés dixit).
La ira de Gandhi