viernes, septiembre 17, 2010

B100: El baile de las bayonetas

Ríos de personas de todas las edades enfilaban sus pasos hacia la avenida Paseo de la Reforma desde temprano. Algunos llevaban cubetas y pequeñas escaleras para tener una mejor visibilidad, otros, sillas plegables para poder aguantar las horas de espera que aun faltaban para que diera inicio lo que fue llamado el "Desfile del Bicentenario" en la capital de México.



A la abundante presencia policíaca de miembros de la Secretaría de Seguridad Pública del Gobierno del D.F. (SSP-GDF), de Protección Civil y de agentes encubiertos del Gobierno Central del D.F., había que sumar innumerables agentes de la Policía Federal (PF) y de grupos de tres o cuatro militares portando armas largas, estos últimos dispuestos a varias cuadras de donde se celebraría el desfile.



Varios elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP) y militares con uniforme verde y casco habían creado con vallas una zona "estéril" alrededor del Monumento a la Independencia desde la calle de Versalles hasta la de Amberes, rodeando a la avenida Florencia. Un retén a la altura de la avenida Chapultepec impedía que un nutrido grupo de personas pudieran acercarse hacia la zona en donde se realizaría el desfile militar. A trescientos metros se veía con claridad el convoy de vehículos y los elementos de seguridad de Felipe Calderón que participaba en una ríspida ceremonia junto con los presidentes –PRIístas– de ambas cámaras del Congreso.



El convoy partió minutos más tarde a gran velocidad rumbo a Palacio Nacional, saliendo por la avenida Florencia. Al pasar por el retén, en medio del silencio de los involuntarios testigos, se escuchó la voz de algún miembro de la Resistencia Civil Pacífica del Gobierno Legítimo de México gritar a su paso "¡Espurio! ¡Usurpador!", logrando hacer que varios rotros en el interior de la camioneta voltearan azorados.

El desfile militar dio inicio en el Zócalo, en el cruce de la avenida Paseo de la Reforma con la avenida de los Insurgentes la engolada voz de un militar llenaba de lugares comunes el ambiente. Subidos en un incómodo templete repetía desgastadas frases mientras algunos avioncitos se veían volar a lo lejos.



Minutos más tarde varios helicópteros Black Hawk se acercaron desde el norte. De ellos pendía una soga de la cual colgaban -cuales moscas- varios soldados, el último de ellos intentando desplegar inutilmente una bandera nacional. Fascinación generalizada y aplausos a discreción.




Después de contemplar el paso de algunos soldados vestidos de verde que hacían sonar sus tambores inició el desfile de las delegaciones militares extranjeras invitadas con motivo de las "celebraciones" del "Bicentenario", entre ellas la correspondiente a los Estados Unidos de Norteamérica, que 163 años más tarde de la invasión a nuestro país, volvió a recorrer sus calles con su bandera de "barras y estrellas". Multitud extasiada.



A partir de este momento recorrerían miles de individuos –hombres y mujeres– que han entregado su voluntad, su raciocinio y libre albedrío para seguir ciega y muchas veces estúpidamente órdenes dictadas por obscuros intereses, llamados "patrios". Alegría general.



Mostrando una cantidad y variedad de armamento impresionante durante una hora con veinte minutos los integrantes del Ejército Mexicano y la Armada de México exhibieron que, o una de dos, que los narcotraficantes a quienes dicen combatir están mejor preparados y con mejores tácticas y armamento, o que ellos son unos inútiles incapaces de cumplir con su cometido.





Por años a quienes criticamos el dispendio inútil en armamento se nos ha contestado con la perorata de que es gracias a nuestras fuerzas armadas, a su entrega y dedicación, que es posible la ayuda a la población afectada en el caso de desastres naturales. Lo que nunca se nos ha explicado es cómo piensan recatarla con tanques, municiones y cañones. Y ahora, que el usurpador presidente Felipe Calderón los ha sacado a las calles supuestamente para combatir al crimen organizado, no sólo muestran supina incapacidad, sino criminal irresponsabilidad en su actuar.





De esta manera, mientras miles vitoreaban y aplaudían cuales focas entusiasmadas, uno no podía dejar de ver esa cantidad de armamento, esa cantidad de miradas sin brillo ni voluntad, y no recordar como han disparado contra civiles inocentes, tanto ayer como hoy.




¿Para qué sirven tantos soldaditos armados hasta los dientes, marchando en ramilletes multicolores y dando grititos castrenses si no son capaces de cumplir con lo que se les asigna y hacerlo con cabal eficiencia?





El desfile militar cerró con la participación del contingente de la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF), dependencia a cargo de Genaro García Luna, personaje que de manera descarada ha engañado a los ciudadanos en repetidas ocasiones, haciendo creer cosas que sencillamente no son ciertas.





Para sorpresa de algunos, mientras la Policía Federal desfilaba intimidante, no mostraron ni cámaras de cine o video, ni reflectores, ni equipos de edición de TV, sino la colección más fantástica de aparatos hi–tech: desde aviones robóticos hasta equipos para eliminar laboratorios clandestinos, de tanquetas con cañones hasta enormes vehículos blindados.





¿Y con todo esto, toda esta gente no puede? Que se vayan.