A cuarenta años de la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el Movimiento Estudiantil de 1968 sigue vivo y más que nunca. Del Museo Nacional de Antropología, en remembranza de la marcha que de ahí salió en silencio, la columna conformada por el Comité 68 partió rumbo al Zócalo de la Ciudad de México. Ahí estaban los estudiantes, maestros y compañeros de entonces: María Fernanda Campa, Raúl Alvarez Garín, Ignacia Jiménez, Jesús Martín del Campo, Pablo Gómez, Fausto Trejo, entre otros, que también formaron parte de Consejo General de Huelga y junto con sus hijos, nietos y muchos de aquellos compañeros encaminaron sus pasos para exigir, una vez más, castigo a los responsables por los crímenes en los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.
Viejos y nuevos compañeros se reunieron a lo largo de la Avenida de la Reforma. Los contingentes de estudiantes, profesores y de organizaciones sociales que partieron de Tlatelolco y otros puntos nutrieron la histórica marcha al converger en la intersección de avenida Paseo de la Reforma con la avenida Juárez y también más adelante en el cruce con avenida Bucareli. Los "goyas" y "huelums" no faltaron como tampoco los tambores, los danzantes, chavos con atuendos extravagantes y los carteles, carteles y más carteles, algunos con pensamientos, otros con consignas, unos más elaborados que otros, pero todos expresando el más profundo sentir de su creador, en uno se podía leer: -"Como olvidar si no sólo esta en mi memoria, sigue estando en mi cotidiana historia. ¡Basta de represión!".
Durante casi todo el trayecto se escuchaba la arenga -"¡Dos de octubre no se olvida! ¡es la lucha combativa!,¡Tlatelolco no se olvida!¡es la lucha combativa!"- como un responsorio que llegaba hasta el tuétano. Como pase de estafeta a la nueva generación, se dijeron muchas de las viejas consignas que fueron lanzadas por aquellos, por la "chaviza" de entonces y a veces cambiando la alusión a Díaz Ordaz o a Luis Echeverría -"¡Ho, Ho, Ho-Chi-Minh, Calderón chin, chin, chin!" y en ocasiones para apresurar el paso, los originales del 68, en broma gritaban -"¡Vamos muchachos!" y trotando, sólo unos metros, coreaban -"¡Ché, Ché, Ché Guevara, Calderón a la chingada!"
Adelante, ya en la avenida Juárez la gente comentaba entre si señalando hacia la entrada del hotel Sheraton Centro Históríco -"Mira, cuantos policias y granaderos" le decía una mujer a otra que inmediato le respondió -"Si, antes la policía veía estudiante y se nos echaba encima, nos tenían mucho odio, ahora veo que ya no tanto, ahora hasta sus hijos están marchando con nosotros"- aseveró. El andar se detuvo, el reloj "Haste" de la Torre Latinoamericana marcaba las 6 con 10 minutos de la tarde. Ningún helicóptero sobrevoló, sonó el caracol de los danzantes y calló. Durante un minuto en solemne silencio las manos, izquierdas casi todas, se alzaron con la señal-"¡Venceremos!"- Los ojos de los sexagenarios se humedecieron. El fantasma del recuerdo se posó un momento sobre ellos.
Nuevamente la consigna -"Dos de octubre, no se olvida!"- rompió el silencio y la marcha siguió. Conforme se avanzaba hacia la calle de Madero se veían las pintas en las paredes de edificios, algunas ventanas o muebles urbanos como una forma más de manifestación y de expresión, que los jóvenes "estencileros" dejaban a su paso, mismas que inmediatamente serían borradas con pintura o gasolina por las eficientes cuadrillas de limpieza del gobierno de la Ciudad de México. Los que tampoco se salvaron de las pintas fueron algunos elementos del Cuerpo de Granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-GDF), cuyos escudos quedaron decorados con coloridas frases en pintura aerosol. En Bellas Artes tomaron precauciones, forraron con papel las bases de mármol de las esculturas de los pegasos ubicados en las esquinas frente al palacio, sin embargo ahí quedó plasmado el sentir de los actuales estudiantes a cuatro décadas de la masacre y mientras unos "graffiteaban", otros coreaban lo de antaño -"¡No queremos olimpiadas, queremos revolución!"-
Ya en Madero cientos de personas recibían a la multitud gritando lo obligado-"¡Dos de octubre, no se olvida!"- con sus puños en alto. Por lo angosto de la calle el paso fue mucho más lento pero las consignas se escuchaban con más fuerza al rebotar en los viejos palacios y edificios que tantas marchas han visto desfilar.
La emotiva llegada al Zócalo se disipó de repente por un pequeño grupo de jóvenes infiltrados que después de haber dañado algunos negocios enfrentaban violentamente a la policia capitalina. Varios oficiales fueron heridos tras resistir las agresiones que en ningún momento fueron repelidas por parte los elementos de la SSP-GDF. Los provocadores no pudieron cumplir con su cometido, porque finalmente la multitudinaria marcha en homenaje a los asesinados por el gobierno federal de 1968 se llevó a cabo en paz. Sin embargo se llevaron "la nota" en los medios comerciales de comunicación.
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