domingo, diciembre 24, 2006

La ira de Gandhi: De bobos y cretinos

Del blog La ira de Gandhi:

De bobos y cretinos


I.
No hay peor bobo que aquel que piensa que posee la sabiduría. Aquel que piensa que lo sabe todo y se ve forzado a actuar en consecuencia, calificando y descalificando a partir de un extraño índice axiológico dictado por su particular y subjetivo conocimiento.

No hay peor bobo que el que no duda de sí mismo, de lo que él es, lo que él sabe, lo que él condena, que el que piensa que la verdad es una, y que es la que él posee, por que así le ha sido revelada. No hay bobo peor que el que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor cobijado por la “gracia” emanada de su conocimiento.

El conocimiento del bobo se alimenta prácticamente de los que se le presenta como deseable: lo que lo representa, lo personifica, lo disculpa, lo dirige; sin darse cuenta que al descargar en ese otro las acciones de su ser, se convierte aun más en esclavo de su condición de bobo.

Para el bobo, al ser la verdad sólo una, la que él considera como tal, cualquier otra explicación o argumento es fácilmente considerado como falaz. Sin darse cuenta que su interlocutor está empleando el mismo defecto intelectual que él, procesando una materia prima de diferente sabor, pero de idéntica naturaleza. De esa manera surge una especie de “clase media” intelectual, que basa su conocimiento por negación del de los demás. Poco le importa utilizar tanto los mecanismo mentales como las justificaciones absurdas con tal de demostrar que el blanco es lo único distinto al negro.

Lo sorprendente de la mente humana no es el imaginar lo imaginable, sino hacerlo con lo que no lo es. Es poco consolador descubrir que tanto el discurso de unos como el de otros no es más que un diálogo de sordos en los que la descalificación es el argumento más socorrido y la justificación de actos más allá de los medios empleados para hacerlo, el medio más frecuente de lograrlo. Su corta mirada no les permite ver más allá de sus narices. Su horizonte rara vez va más allá de la pantalla del televisor, de la revista de actualidad o de la retroalimentante conversación con sus semejantes.


II.

El bobo encuentra su más popular encarnación en el cretino. En esa persona que encuentra su valor en la vida en función de lo que le dicen que debe aspirar ser y hacer, en la capacidad de generarse a si mismo una sensación de insatisfacción por el hecho de no querer lo que le dicen debe querer, o la imposibilidad de lograr justo eso. No cuestiona quién es el que dice, “quienes dicen”; para él es respuesta fácil: los demás, la tradición, la sociedad, los otros, la gente, sus compañeros circunstanciales. Le da importancia a su opinión por el simple hecho que son su parangón, contra ellos se mide, contra ellos compite.

El cretino alimenta su convicción de verdad a través de los medios de comunicación, que le repiten sin cesar, que él es en función de lo que los demás creen que él es. Lo cree sin siquiera preguntarse si es cierto o no, en función de si mismo o de los demás, de cualquier manera, ahí está la publicidad para demostrarle una y mil veces que así es.

La competencia tiene muchos campos de batalla en donde darse, las armas y argumentos son sembrados para que parezca imposible que la vida social se dé sin ellos. Desde apasionamientos estériles por deportes, por partidos políticos, modelos de automóvil, marca de ropa, color de piel, restaurantes de moda, preferencias sexuales o del sistema operativo de la computadora y de marca del teléfono celular, el cretino actúa en función de los demás, siguiendo preferencias y modas y procurando invertir la mayor cantidad de su actividad mental en violentas argumentaciones y acciones para quien opine lo contrario.

El cretino compra fácil cualquier idea, sobre todo si ello le representa la inclusión en un grupo de preferencia dado, lo que, desde su perspectiva, le supone una posición elitista. El conocimiento de estos bobos desconoce a la razón más que para justificar sus propias acciones y pensamientos, pero sin tener la capacidad analítica de comprobar que sus argumentos son injustificables desde otro punto de vista diferente al que él detenta. De esta manera, lo igual es distinto, lo semejante diferente, lo importante circunstancial y lo secundario primordial. Su eje axiológico ha quedado debidamente modificado para que dé a ganar a los que lo explotan y sentirse feliz con ello; de preferir aquellos espectáculos y actividades en donde se refuerce su condición de ser feliz sólo en función de los demás; el consumir productos que no sólo dañan su salud y su economía sino que representan un satisfactor de menor calidad que la opción sustituida. Y sentirse feliz con todo ello.


III.

El bobo es aquel que no piensa que la historia es él, aunque intente sustraerse a ella disculpándose irresponsablemente de su ignorancia del quehacer político. Es el que justifica el fin con los medios, clamando justicia cuando él mismo no tendría reparo alguno en hacer lo mismo si tuviera la oportunidad. Es el que “se cansa” por que no sucede nada y no es capaz de mover un dedo, critica a los demás en sus acciones mientras él languidece en su eterna diatriba a los demás en sus haceres.


La ira de Gandhi: De bobos y cretinos